sábado, 25 de enero de 2020

lunes, 13 de enero de 2020

Recreación del cuento de Blancanieves (Laura y Paula, 2º A de Noreña)

  Laura y Paula son las autoras de este original vídeo donde van desarrollando de forma breve el cuento de Blancanieves.
  La parte final no tiene desperdicio, en ella sus autoras nos explican en imágenes cómo fueron haciendo la caracterización de los distintos personajes (Blancanieves, Madrastra, Príncipe y Enanitos), con la especial colaboración del gato de una de ellas en el papel de Enanito. 


El programa de Lucas (Lucas, Alex Ross y Sergio, 2º A, IES de Noreña)

  Lucas, Alex Ross y Sergio son los protagonistas de esta mini entrevista a los enanitos Dormilón y Gruñón donde nos dan su impresión sobre Blancanieves.


jueves, 9 de enero de 2020

EL BOSQUE DE LA MUERTE, Raúl Fernández. 2ºB. Laviana

  Había una vez una cabaña en medio de un bosque, donde vivían dos niñas pequeñas y su abuela, que ya era muy mayor.

  A la más grande de las dos niñas la llamaban Caperucita Blanca porque siempre le gustaba ir con ropa blanca y una capucha. Era amable y trabajadora. Su hermana más pequeña era más antipática y siempre vestía una sudadera negra con capucha, la llamaban por eso Caperucita Negra.

  Un día Caperucita Blanca fue al bosque a por castañas y fresas, pero al cabo de dos horas se perdió y sin darse cuenta llegó a lo más hondo y profundo del bosque. Intentó volver tras sus pasos, pero se dio cuenta al rato de que estaba dando vueltas sobre sí misma y decidió comer las fresas y castañas que había recolectado. Mientras acababa de comer se volvió de noche y sólo veía la luz de la luna. Al cabo vio unas bolas rojas rodeándola en círculo, después se acercaban poco a poco hasta darse cuenta que no eran unas simples bolas rojas, eran ojos, pero no ojos cualquiera, eran ojos de lobo y estaba rodeada. Rodeada por dieciséis ojos. ¡AYUDA!
Fueron sus últimas palabras.

  A los dos días Caperucita Negra y su abuela vieron restos de la caperuza de Caperucita Blanca cerca de la cabaña, donde estaban los restos solo quedaban unos huesecillos. Caperucita Negra quedó impactada y lo único que pensaba en ese momento era vengarse de los lobos y matarlos a todos.

  Fue al siguiente día cuando fue la pueblo de al lado donde compró unas flechas, cuerda y cuchillos. Con una rama y la cuerda hizo un arco y cogió un par de manzanas y peras por si tenía hambre, luego se adentró en el bosque.

  Estuvo caminando por horas y sin comer nada hasta que llegó la noche. Cuando se iba a poner a dormir vio unas bolas rojas que se iban acercando, creía que eran luciérnagas, pero se dio cuenta de que eran lobos. Al instante sacó el arco, disparó hacia el que tenía más cerca y sin apuntar le clavó la flecha en el ojo. El lobo cayó en el húmedo suelo, los demás marcharon al ver que su compañero se había caído y Caperucita cogió el pesado cuerpo del animal y se lo llevó a casa, donde con el cuerpo hizo con la carne chuletas y chorizos y con la piel se hizo un abrigo con una capucha de cabeza de lobo negro.


martes, 7 de enero de 2020

ENIGMA SOBRE BLANCANIEVES 2º B NOREÑA

Nayla, Adrián y Mario nos plantean el siguiente enigma: ¿qué ingredientes mágicos o qué tipo de pócima habrá utilizado la bruja  para dejar a Blancanieves profundamente dormida?

lunes, 6 de enero de 2020

CAPERUCITA BLANCA, Julia Cosme. 2ºB, Laviana.


Érase una vez la niña más bonita que había en todo el pueblo. Sus ojos verdes como el bosque contrastaban con su pelo castaño oscuro y brillante, pero lo que más destacaba en ella era su preciosa caperuza blanca. Por eso la llamaban Caperucita.

Cuando el invierno cayó, las hojas cayeron con él. El viento silbaba entre las ramas desnudas del bosque. Caperucita Blanca se encontraba recolectando las verduras del huerto de la casa. Su madre salió por la puerta, muy preocupada.
 ¡Caperucita”- La llamó.
La pequeña dejó su labor para ir hacia su madre.
-  La abuela está muy enferma, le he preparado una cesta con pan, vino y un trozo de tarta. Llévaselo a casa y dale recuerdos de mi parte.
La madre le tendió la cesta. Caperucita Blanca dudó.
- ¿Qué hay de la cosecha?- Inquirió la niña.- Si no la recolectamos pronto la nieve terminará por arruinarla.
-  Yo me encargo.
Caperucita asintió.
-  Pero recuerda, hija: Vete por el camino de la derecha, por el de la izquierda habita un malvado lobo gris. ¡Ah! Y no te fíes de los desconocidos.

Entonces Caperucita Blanca inició su camino hacia la casa de la abuela. El frío viento del norte agitaba levemente las ramas que aún tenían hojas, formando un camino de hojas secas que la niña disfrutaba al compás de una melodía tétrica. Tarareaba una canción un poco siniestra, pero a ella le parecía muy alegre.


Una ardilla se oía a lo lejos, la niña solo vio su sombra entre los árboles secos y desnudos. Ella no parecía darle mucha importancia al ambiente, seguía sumergida en su canción y el sonido rítmico del crujir de las hojas secas. Tampoco era muy consciente del cruce que estaba ya muy cerca. 


-  Grrr… Me muero de hambre…- gruñía el viejo lobo gris- Hace días que no pruebo bocado, los cervatillos son muy veloces para mis cansadas patas y los pájaros se han ido rumbo al sur.

    El viejo lobo se tumbó sobre la hierba. Probablemente sería su fin de no encontrar algo que comer. Pero no tardó en oír una melodía. Su boca empezó a desprender saliva, su estómago rugía como un león y el canto de Caperucita alimentaba sus ganas de devorarla.

-   Mmmm… huele a niña…
-   ¿Y cuál es tu plan?- La sombra de la ardilla se posó en la cabeza del lobo.
El lobo gris esbozó una sonrisa malévola.
-       Ya lo verás, mi siniestro amigo. Ya…lo verás.

    Caperucita Blanca llegó al cruce. Ella recordó las instrucciones de su madre- “Vete por la derecha.”- no lo dudó y se dirigió a la derecha, pero el lobo gris se interpuso. Al principio Caperucita se alarmó y se echó atrás, el lobo la miró con sus enormes ojos.

- ¡No! ¡Márchate! ¡No me hagas daño!- suplicó Caperucita, entre gritos agonizantes al borde del llanto.
-   No te haré daño, pequeña. Soy un buen lobo, no como niños. Aunque los comiera, me sabrían a poco…

   Caperucita Blanca suspiró aliviada. El lobo gris, sin embargo, no paraba de mirar su cesta y a ella.
-    Caperucita…
-    ¿Cómo sabes mi nombre?- dirigió su mirada a los ojos del lobo.

GRAN ERROR
Los ojos del lobo se volvieron rojos y  Caperucita Blanca se sintió mareada.

- Pareces cansada, Caperucita. Será mejor que duermas un rato…el lobo rió siniestramente.- Y será mejor que no te resistas.

  Sólo pasaron unos minutos, Caperucita Blanca se levantó en un lugar extraño. Era el bosque, pero parecía… diferente. Los árboles ya no tenían troncos negros, eran grises; algunos tenían hojas, pero eran muy extraños y los carteles que señalizaban el bosque traían lo mismo en mayúsculas: PELIGRO.

  Caperucita miró varias veces a su alrededor, se sentía extraña. Miró su cesta: un pastel, pan y vino. Ella se frotó la frente. “¿Sería un sueño?” Miró al cielo, estaba gris. “Mmmm… Me habré dormido.” Supuso.

  No pareció preocuparse, en aquel momento sólo le preocupaba su abuela, ¿estaría bien? No había tiempo para pensar. El ambiente estaba tenso, el cielo había cobrado un tono rojizo bastante inquietante y la luna se empezaba a alzar poco a poco en el cielo.

    “Será que hay un incendio en el valle vecino, nada importante”. Pensaba pues, intentando excusar todos los obstáculos que se interponían entre ella y su abuela.

Pronto una voz aguda y chillona interrumpió a Caperucita.

-  Jejeje… Oh, pequeña, qué tonta eres.

Caperucita Blanca miró a su alrededor, la sombra escalofriante de la ardilla apareció por detrás de un árbol. La criaturilla de las sombras no paraba de reír cruelmente.
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Por qué razón me consideras tonta? ¿Alguien puede explicarme qué está pasando aquí?

La ardilla se desternillaba de risa nuevamente.

-  Ay, qué linda, linda, pequeña tontita. Vagando por un bosque que claramente no es REAL.

Caperucita Blanca quedó impactada.

-¿Cómo que no es real? Me estás tomando el pelo.

La ardilla la miró con aires de superioridad viéndola como tonta.

-¿En serio? ¿Estás en un bosque de árboles grises, cielo rojo y hablando con una sombra de ardilla y aún crees que esto es real?

  Caperucita recapacitó, sí que era una situación un tanto surrealista. Se llevó una mano a la frente y con gran esfuerzo trató de recordar qué había pasado, pero era imposible. Hizo un gran esfuerzo con la mente, hasta que le dolió la cabeza.

-Ouch, duele.

-¿No se te termina de refrescar la memoria? ¡Da igual! Ya es tarde para eso. Salir de esta paranoia es imposible. De hecho, dentro de unas horas tu cuerpo se desvanecerá tal y como lo ves. Tu alma será libre de hacer lo que le plazca.
- Alto, ¿quieres decir que me voy a morir?
-Mmm... Algo así.

    Caperucita se cayó de rodillas, su pulso estaba por las nubes. No era extraño, no todos los días te dicen que te vas a morir. A la sombra todo le parecía broma.

-No te lo tomes así, mujer. Yo llevo doscientos años de viaje astral. Nada mal, uno aprende mucho observando el desarrollo completo de la vida en sí. 
-Pero, ¡yo no me puedo morir! ¡Soy demasiado joven! ¡Si me muero nunca podré darle la cesta a mi abuela!

    Hiperventilando, ella se echó a llorar, estrechando la cesta entre sus brazos. La sombra de la ardilla fue breve:

- Si quieres salir de aquí, CORRE.
   Caperucita Blanca estaba fuera de sí. Tenía que llegar al final del bosque, ¿no? La ardilla (más bien su sombra) seguía de cerca a la chica con una expresión muy neutral. Caperucita tuvo la sensación de que estaba corriendo en círculos.

-Ese cartel de madera podrida ya lo había visto.

  La sombra de ardilla no parecía en absoluto apenada por la niña.

-Eso es porque este bosque no es real.
-Ya me lo has dicho.
-No me estás entendiendo, terca. Las ilusiones son versiones paralelas al mundo real, no hay un más adelante, un principio ni un fin. Cuando la zona del bosque que refleja la ilusión se acaba, lo único que la ilusión puede hacer es repetirla una y otra vez, infinitas veces.
- No... Entiendo.
-Básicamente estás atrapada en una ilusión donde el trozo de bosque en el que te desmayaste es aquí el mismo y solo el mismo. Aquí no existe un arroyo, una casa, cualquier otra cosa... Solo estos árboles grises y ese cartel de PELIGRO.
-¡Entonces por qué quieres que corra!
-Es una forma de decirte que te apures en recordar. Qué tonta eres...
-Pero no... sé... cómo...- La desesperación la hizo llorar desconsoladamente.

La sombra se sentó en una rama, como esperando que ella dejara de llorar y se pusiese a pensar.

-¿Sabes? La tristeza es un símbolo de debilidad.- Trató de consolar la sombra.- De nada os sirve a los humanos llorara, solo os quita tiempo para resolver los problemas. ¿Vas a levantarte y luchar o quedarte aquí y morir?


- Grrr... Este cuerpo es demasiado delgado. Las niñas de hoy en día solo son delgadas, Si las jóvenes nobles no usaran carruajes...

  El Gran Lobo Gris (o Lobo a secas) arrastraba el cuerpo inconsciente de Caperucita Blanca. Su brazo izquierdo chorreaba sangre, el lobo iba arrastrándola desde ahí. La cesta estaba enganchada en la pierna de la chica. Toda la comida seguía bien.

  El lobo depositó a la chica al lado de su territorio, una cueva no muy grande llena de restos humanos y animales. La sangre fue secándose poco a poco. El lobo, tras buscar espacio en su cueva para descuartizar a Caperucita fue más consciente de la sed que tenía.

- Mmm... Iré a beber al arroyo, no se disfruta la comida con sed.

  En el arroyo se puso a beber pacíficamente, sin percatarse de la presencia de Luz de ciervo. Luz de ciervo era como la sombra de ardilla, también fue un animal que se transformó en luz solar. Su viaje ya cumplía mil años.

-¿Qué tienes entre patas, Lobo Gris?- Preguntó sin rodeos.
-Lárgate, solo voy a comer.
-Tus sucios trucos están manchando el bosque de rojo, debes parar.
-Jejeje... ¿Y qué pretendes que coma, genio? ¿Flores?
-Quizá deberías plantearte si matar a esa víctima o no.
-¿Para qué? La respuesta es sí, ya no quedan casi presas como tú en el bosque. Se trata de supervivencia, ¿sabes? No me vean la cara de malvado.
-Vale, Lobo, pero esto no quedará así. Los astros te esperan.

  El lobo ignoró la advertencia, sus tripas rugían al unísono y la sangre del brazo de la humana solo le animaba a devorarla.

   Caperucita iba dando vueltas alrededor del cartel, con la mano derecha apoyando la barbilla y la mano izquierda sosteniendo el codo derecho. La cesta imaginaria había sido asaltada por la sombra de ardilla, dejando solo el vino.

- ¿No sabrás algo por casualidad?- Inquirió Caperucita Blanca a la sombra, que tenía la boca llena de pastel.

- Pwuede we sí- Tragó y se relamió los labios.
-¿Puede?
- Es difícil de explicar. Verás, si te digo la verdad tan de sopetón, tu cerebro no lo aguantará y explotará, ¡bum! Fin de la historia.
-Pero... Puedes darme pista, ¿verdad?
-No sé si tu cerebro podrá procesar una adivinanza.

  La burla de la sombra molestó a Caperucita, cada vez más impaciente.

- Está bien, está bien. Te daré una pista: es gris, se parece a un perro y es feroz.
-Mmm... Un lobo gris.
-¡Muy bien! Ahora piensa, ¿a qué te recuerdan las palabras lobo y gris?

   Caperucita estaba perdida, miró unos instantes al cielo rojo. Rojo... Lobo Gris... Y los ojos del Lobo Gris son...

-¡Rojos!- Dijo, resuelta.
-¿Eh? ¿Qué?
- ¡Sombra, es maravilloso, ya me acuerdo! ¡Estoy aquí por culpa del lobo! Ese lobo... El que me dijo... que era pacífico.

   La cara de Caperucita se ensombreció, en ella no cabía el odio y el rencor que le había originado el depredador. Pero no dudaría en ejecutar su venganza...


  El lobo volvía de beber, aún le quedaba un trecho para llegar a su cueva.

- Ese maldito ciervo... Luz de ciervo es un don correcto. Si de él dependiese estaría muerto de hambre. Entonces sería sombra de lobo o... ¿nubarrón de lobo?

  Lobo Gris no se preocupaba en absoluto. No sabía que Caperucita Blanca había logrado despertar y andaba sedienta de sangre.
La niña ignoró la herida en su muñeca y tomó un peñasco afilado. El lobo se encontró con Caperucita al llegar a su destino.

-¿Qué haces despierta?- El lobo retrocedió.

Caperucita sonrió macabramente y, con ira y satisfacción, le lanzó el pedrusco al lobo... ¡Crack!

-Tú... Pequeña idiota... Tú...

  El lobo se cayó antes de poder terminar. Un charco de sangre bañó los alrededores de su cabeza herida. Caperucita recogió la cesta del suelo y se dirigió a la casa de la abuela. Dejó allí la cesta y llamó a la puerta y luego, se fue a lo más profundo del bosque para no volver.

  Lo que pocos saben, es que tenía una hermana menor que odiaba a los lobos con todo su ser y todo por lo que le habían hecho a su hermana.
El nombre de esa chica era:

CAPERUCITA NEGRA.